A lo largo de los últimos veinte años, cuatro gigantes tecnológicos han
propiciado más alegrías, contactos, prosperidad y descubrimientos que
ninguna otra entidad en toda la historia. En su andadura, Apple, Amazon,
Facebook y Google han creado cientos de miles de puestos de trabajo con
sueldos elevados. Los Cuatro son responsables de toda una variedad de
productos y servicios que están totalmente imbricados en la vida diaria de
miles de millones de personas. Te han metido un superordenador en el
bolsillo, llevan internet a los países en desarrollo, y están cartografiando las
masas de tierra y los océanos de todo el planeta. Los Cuatro han generado una
riqueza sin precedentes (dos mil trescientos millones de dólares) que, a través
de sus acciones, ha contribuido a la seguridad económica de millones de
familias en todo el planeta. En resumen, hacen del mundo un lugar mejor.
Todo lo anterior es cierto, y ese es el relato que se defiende, una y otra vez,
a lo largo y ancho de miles de medios de comunicación y en cada reunión de la
clase innovadora (universidades, congresos, comparecencias parlamentarias,
salas de juntas). Aun así, tengamos en cuenta otra perspectiva.