¿Cómo un ideal de emancipación y de fraternidad universal pudo
transformarse, un día después de la Revolución de Octubre de
1917, en una doctrina del poder absoluto del Estado, que practicó la
discriminación sistemática de grupos sociales y de naciones enteras
y recurrió a las deportaciones en masa y, muy frecuentemente, a las
masacres? El velo de las negaciones puede por fin ser desgarrado.
El rechazo del comunismo por parte de la mayoría de los pueblos
implicados, la apertura de numerosos archivos hasta ahora
secretos, la proliferación de los testimonios han sacado a la luz algo
que pronto será una evidencia: los países comunistas se
preocuparon más de hacer crecer los gulags que el trigo, de
producir cadáveres más que bienes de consumo. Un equipo de
historiadores e investigadores universitarios ha realizado, continente
por continente y país por país, un balance lo más exhaustivo posible
de los daños producidos bajo la enseña del comunismo: los lugares,
las fechas, los hechos, los verdugos y las víctimas, que se cuentan
por decenas de millones en la URSS y en China y por millones en
pequeños países como Corea del Norte y Camboya.